jueves, 26 de febrero de 2009

FINALISTA 3: CONCURSO NACIONAL DE CUENTO TIMBIO-CITY

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HISTORIA DE AMOR DE UN DESAPARECIDO

“EL RECUERDO DE TU AROMA”



Nos habíamos quedado sentadas en silencio mirando por la pequeña ventana, de la humilde casa, ambas oteábamos el horizonte extasiadas en el cielo naranja que le decía adiós al día y llamaba a las estrellas para que lo tapizaran, yo de vez en cuando la observaba, repasaba su semblante, como sus pequeñas manos estrujaban las puntas de la cinta que adornaban un tarro, cuya última función había sido contener galletas de la navidad pasada, ahora se encontraba adornado con una hermosa cinta naranja ,había sido atada con mucho cuidado como si no quisiera dejar escapar lo que su interior atesoraba y cerrado de tal manera que nunca permitiría salir su esencia so pena de perder un tesoro invaluable.

Cuando ella retornó de sus cavilaciones me preguntó si yo sabía cómo se había conocido con el amor que le había iluminado la vida y que al parecer le acompañaría por la eternidad, con la cabeza le indiqué mi negativa, una gran sonrisa iluminó su rostro, su ojos rasgados brillaron y comenzó a contarme que en una tarde hermosa como aquella que contemplábamos, cuando la brisa te mece el cabello, alborota el amor y el sol te besa la piel, ella caminaba apuradamente como era su costumbre, en una esquina de la plaza universitaria un grupo de chicos compartían el espacio con las palomas que picoteaban el maíz regalado por un anciano y un niño que lo esparcían con el cuidado de quien esparce pétalos de rosa para su amada, como ella estaba en la edad que las hormonas te hacen soñar, no pudo dejar de mirar al grupo y entre ellos lo observó, ahí estaba él con su hermosa sonrisa , su piel trigueña y sus ojos que de manera tímida le siguieron los pasos hasta que volteo en la esquina.

Esa noche no pudo dormir ella pensó que era por el calor pero luego se dio cuenta que estaba pensando en el chico de la plaza, así que al día siguiente decidió que ese sería su camino porque tal vez en algún momento se podrían hablar, se apresuró a llegar, pero él no estaba, lo buscó en vano y lanzó un profundo suspiro antes de continuar su camino , continuo distraída iba mirando hacia atrás, cuando al voltear de la esquina se lo encontró fue tal la sorpresa que soltó cuanto llevaba en sus manos, él amablemente se ofreció a recogerlos.

Caminaron juntos hasta la casa él hablaba con mucha timidez pero con decisión, se llamaba Orlando, había venido del campo a estudiar en la Universidad, quería ser ingeniero pero también quería conocer amigas y tener un buen amor.... , a ese día le sucedieron muchos de ir y venir, de sonreír, compartir un helado, mirar la luna, amarse tanto hasta compartir su vida.

No quería recordar los momentos de enojo, ni cuando habían estado distanciados por culpa de ese carácter endemoniado que ella ostentaba y los largos silencios de él, yo le interrumpí preguntándole sino era más fácil olvidarlo si revivía los malos recuerdos, ella me contestó que no ,porque solo el amor y los recuerdos de los momentos más hermosos vividos a su lado así como la presencia de sus hijos eran lo único que le mitigaban el enorme dolor que le apretaba el pecho, aquel que ahogaba sus lágrimas y le confundía el pensamiento, aquel que le quitaba el sueño, por no saber dónde estaba Orlando, ni quien se lo había llevado, no saber si algún día volvería.

Me contó que contemplaba por largos ratos su fotografía, pensando que en algún momento él saldría y la abrazaría para nunca más volverse a ir, con lágrimas en los ojos tarareo la canción que el pequeño Nicolás cantaba todas las tardes en el quicio de la puerta, donde esperaba a su papá, él iba a regresar y no quería estar distraído cuando eso ocurriera porque él lo abrazaría de primerito, antes que sus hermanos , para que supiera cuanto lo habían extrañado, cuanto lo amaban y cuán grande era su ausencia.


Entonces me preguntó si yo había perdido un gran amor, si me dolía el corazón que a todas cuentas aún no sabía si era músculo o alma, si cuando pronunciaba el nombre de aquel ser amado sentía mariposas en el estómago como la primera vez que lo había visto...yo le dije que si, pero que de vez en cuando hablábamos, me dijo afortunada tú, porque yo guardo en éste tarro el aroma de la casa el último día que Orlando estuvo aquí, creo que también esta su sonrisa y el beso que nos dio cuando se despidió y solo lo voy a abrir el día que él regrese y pueda otra vez tener su aroma.... sino será el día que muera para que me acompañe por siempre... y añadió cuán cierto es lo que canta Rubén Blades “ como se le habla al desaparecido , con la emoción apretando por dentro y cuando vuelve el desaparecido, cada vez que lo trae el pensamiento.”

Enviado por María del Socorro Idrobo Mondragón
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